A menudo se escucha que “el cuerpo no distingue el origen del azúcar”, y que da igual si procede de una fruta o de una cucharada de azúcar blanco. Sin embargo, esta afirmación simplifica en exceso un proceso metabólico mucho más complejo.
Tanto la fructosa como la glucosa son azúcares simples —monosacáridos—, pero su comportamiento en el organismo es muy diferente.
La glucosa se absorbe rápidamente en el intestino y pasa directamente al torrente sanguíneo. De ahí su impacto inmediato: eleva la glucemia y provoca una liberación de insulina para regularla. Es esa subida y posterior descenso lo que conocemos como pico de azúcar, responsable de la sensación momentánea de energía seguida de cansancio o falta de concentración.
La fructosa natural, en cambio, tiene otra ruta metabólica. Se metaboliza principalmente en el hígado y, cuando proviene de frutas o verduras enteras, llega acompañada de fibra, agua, vitaminas y compuestos antioxidantes. Esa matriz natural ralentiza su absorción, modula la respuesta de la insulina y evita los picos bruscos de glucosa en sangre.
Por eso no es comparable la fructosa de una manzana con el jarabe de fructosa-glucosa añadido a un refresco o a una galleta industrial: químicamente comparten nombre, pero fisiológicamente actúan de forma muy distinta.
Además, cuando endulzamos con fruta, el contenido total de azúcar libre en la receta disminuye y se acompaña de nutrientes beneficiosos. En cambio, el azúcar refinado o los edulcorantes proporcionan sabor dulce sin valor nutricional y, a menudo, alteran la regulación natural del apetito.
En Bakery ZeroZero apostamos por endulzar con frutas y fibras naturales como la inulina, respetando los procesos del cuerpo y evitando los picos de glucosa asociados al azúcar o a los siropes industriales. El resultado no es solo un sabor auténtico, sino un efecto más estable y saludable sobre la energía.